16 de julio de 2010

Cántico por Leibowitz

El libro Cántico por Leibowitz es todo un clásico de la ciencia ficción de Walter M. Miller publicado en 1959 y ganador del premio Hugo de 1961, donde el motor central que conduce la novela es la eterna lucha entre ciencia y religión, siempre enfrentadas, pero condenadas a complementarse

El libro está dividido en tres partes que transcurren a lo largo de 1200 años, formando una especie de ciclo dentro de la historia de la Humanidad:

Fiat Homo (Hágase el Hombre): Después de la Tercera Guerra Mundial, un holocausto nuclear que ha sumido al mundo en una edad oscura, la ciencia, a la que los supervivientes consideran causante de todo el horror producido, es perseguida y sólo encuentra cobijo en las órdenes religiosas. Estas órdenes se dedican al cuidado de los libros que sobrevivieron a la quema posterior a la guerra (la Gran Simplificación).

Qué manía con quemar libros


Isaac Edward Leibowitz era un científico que participó en la creación de las poderosas armas que pusieron fin a la civilización. Arrepentido de sus actos funda la orden Albertiana, dedicada a preservar los retazos de conocimiento para una época posterior. Esta misión, difícil y peligrosa, se cobra la vida de muchos monjes (memorizadores y contrabandistas de libros), al ser desenmascarados por los fanáticos. Así encuentra su muerte el mismo Leibowitz, ahorcado con su propio cinturón.

Fita Homo transcurre seiscientos años después de la muerte de Leibowitz, en una abadía de la orden Albertiniana de Leibowitz. El mundo ha entrado en una nueva edad oscura, y los monjes, como antes hicieran sus iguales en el medioevo, se dedican con paciencia a conservar la Memorabilia, los fragmentos de conocimiento que han sobrevivido entre sus muros, copiando documentos sin comprender su significado, con la esperanza de que algún día puedan servir para facilitar el camino de retorno a la ciencia de antaño.

El hermano Francis, un novicio que está en medio de su retiro cuaresmal, tiene un encuentro con un extraño peregrino. A resultas de éste, descubre por azar un viejo refugio nuclear que alberga lo que parecen ser reliquias del mismísimo Leibowitz. Este hallazgo constituye un quebradero de cabeza para el abad Arkos, ya que se está debatiendo en la Nueva Sede Pontificia la canonización del fundador de la orden, y un descubrimiento de tales características podría considerarse como demasiado oportuno.

Esta parte marca las pautas de lo que será un nuevo comienzo para la Humanidad...

Fiat Lux (Hágase la Luz): Comienza seiscientos años después de la primera parte, en el año 3174, donde una incipiente civilización vuelve a despertar, pero por desgracia a través del único camino que el hombre parece conocer: la guerra.

Tras más de un milenio de oscuridad se está produciendo un nuevo renacimiento, y el poder bascula entre la iglesia y los imperios en potencia. La ciencia ha iniciado el camino de redescubrimiento del saber perdido. Ha llegado el momento en que la Memorabilia puede cumplir su función original, pero la situación es tensa y compleja: la confrontación entre religión y estado ensombrece lo que podría haber sido el momento de justificación de la orden.

Thon Taddeo, un profesor y científico, acude a la abadía (liderada en este momento por el abad Paulo) para estudiar la Memorabilia. Su escepticismo inicial pronto se transforma en asombro ante el saber allí acumulado, pero también en resentimiento, ¿debe utilizarse de nuevo la sabiduría recuperada?

El conflicto es claro para los monjes que tan bien han guardado el saber durante centurias: puesto que la ciencia es la causante de la destrucción de la Humanidad, ¿deberían dejar que saliera de su refugio? ¿Qué sería de ellos si todo el mundo tuviera lo que es el sentido de su existencia? Unas preguntas complicadas y de difícil respuesta

Fiat Voluntas Tuas (Hágase Tu Voluntad): Seiscientos años más tarde, el Hombre ha vuelto a recuperar su esplendor... y también la sabiduría que le hace estar de nuevo en posesión de armamento nuclear.

La orden Albertiana de Leibowitz ha continuado su tarea de recopilación y almacenamiento del conocimiento. Parece imposible que, conociendo inequívocamente las consecuencias, los dirigentes puedan repetir los errores del pasado, pero los acontecimientos parecen precipitarse hacia un nuevo holocausto, quizá más terrible que el anterior.

Existe, sin embargo, un resquicio de esperanza: la colonización espacial se encuentra en sus primeros estadios. Es compleja, dificultosa y arriesgada, pero algunos hermanos podrían llevar consigo la Memorabilia a otros mundos donde quizás pudiera pervivir la especie y la cultura humana. Todo un canto a la supervivencia de la especia humana, pese a que hace todo lo posible por exterminarse a sí misma


¿Será tan grande la estupidez del hombre como para condenarse de nuevo a la extinción? Dom Jethras Zerchi, el último abad, no alberga demasiadas esperanzas al respecto, pero se esfuerza por cumplir su misión y mantener sus ideales hasta el último momento.

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Walter Miller presenta a la religión como soporte de la civilización., como guardiana y depositaria del saber humano. A lo largo de toda la narración pervive el conflicto moral entre los dos grandes protagonistas del progreso humano: ciencia y religión, compenetrándose y finalmente combatiendo en un maravilloso último capítulo, ofreciendo el verdadero dilema que les separa, creencia y saber.

El autor nos hace partícipes de las dudas morales de los monjes, meros guardianes que ven impotentes como su criatura se les escapa de las manos, a los que no les queda otro camino que la resignación y aceptación de su papel en el destino de la raza humana.

En todo el libro apenas aparecen un puñado de personajes, llenos de dudas, virtudes y flaquezas. Destacan los tres abades de la orden (Arkos, Paulo y Zerchi): intelectuales y reflexivos; su labor de perpetuación del conocimiento les requiere determinación e inclinarse ante la marea de los tiempos que les han tocado vivir

Aparecen otros personajes no menos interesantes: el humilde y sincero hermano Francis (descubridor de las reliquias del fundador de la orden), el profesor Thom Taddeo (siempre en la búsqueda del saber), el hermano Kornhoer (genio intuitivo de la ingeniería aplicada), o el doctor Cors (con el que el abad Zerchi disputa sobre la eutanasia).

En las tres partes de la novela aparece el personaje del vagabundo inmortal, con el que creo que el autor quiere identificar al lector. Y para finalizar todas las partes, los buitres, una sublime metáfora del imperecedero paso del tiempo que todo lo devora

En el fondo subyace la inevitabilidad de la estupidez del Hombre, condenado a repetir sus errores una y otra vez de una manera cíclica. Siendo una novela en última instancia pesimista, constituye también un grito de alarma sobre la autodestrucción, con la convicción de que no será escuchado...

Non cogitamus, ergo nihil sumus
(No pensamos, por lo tanto no somos)

Bikos e apertas

pd: En diversas partes del libro aparece el término Fallout, identificado por los monjes como el demonio que puso fin a la civilización, y que en realidad son sustancias radiactivas depositadas sobre la superficie de la tierra desde la atmósfera.


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